martes, 24 de enero de 2012

VIDA DE UN CANTAOR FLAMENCO


Manué “El enchufaíto” fue un cantaor que marcó época en la historia de la música. El genial artista, fallecido en 1.988 en una discusión sobre quién tenía la prioridad en un cruce de la carretera de Orihuela, es hoy día admirado hasta lo inverosímil; incluso existe una secta que lo considera la reencarnación de Rabidanan Rasmadionasioputri, el Lama de los Calcetines Blancos.

Manué nació en Jerez en 1.939, en el seno de una familia flamenca, los Winderberg de Montijo y Seisdedos de la Mata de toda la vida, en una tangente a la Calle Mayor y en el coseno de la tradición más ortodoxa.

Su padre y sus veintisiete hermanos se dedicaban a este arte con auténtica pasión mientras que él, en su tierna infancia, no se mostraba muy interesado en el cante jondo y siempre ocultó a su familia su verdadera vocación, la ingeniería electrónica de circuitos.

A los dieciocho años con la excusa de formar parte de un tablao flamenco para turistas japoneses marchó a Madrid, donde completó sus estudios superiores. Con el título de ingeniero electrónico escondido en el doble fondo de una maleta de cartón-piedra, regresó a Jerez, cinco años después. Curiosamente, fue dos días antes de regresar a su tierra, la capital gaditana y mundial de la bulería, cuando Manué se aficionó en serio al flamenco.

Hallábase el protagonista de nuestra historia en una exposición de vídeo-artistas en la Galería de Arte Viuda de Gutiérrez Osuna e hijos, cuando descubrió una pequeña pieza, obra de Juan Pérez, seudónimo de Vicent Rosenthansön, que le tocó la fibra sensible. Sobre una bandeja de plexiglás se exhibía una televisión, coronada por una sirena de la policía, que proyectaba la imagen de un taxidermista sin brazos ni piernas haciendo juegos malabares con treinta pelotas de baloncesto, mientras sonaba de fondo “Vals flamenco y olé”, del compositor sueco Isak Nobel.

Quedó tan conmovido por la obra - titulada “El descubrimiento del arte lucrativo-experimental, ¿Cuándo se come aquí?”- que decidió renunciar a ejercer su carrera y emplear todos sus esfuerzos a convertirse en un cantaor como Dios manda. A pesar de abandonar la ingeniería, la influencia de la electrónica en su obra es algo que nadie discute.

Una vez establecido en Jerez y, tras dedicar unos meses a la composición, presenta su primer disco,” Primita mía, que yo te quiero con una intensidad de 380 amperios”, con el que obtuvo un sonoro fracaso. El sector de la crítica denominado purista no veía con buenos ojos esa nueva forma de entender el flamenco.

El año siguiente, después de que cuatro críticos fueran amenazados de muerte y golpeados a traición con molletes de Antequera del día anterior, Manué “El enchufaíto” obtuvo el reconocimiento unánime que merecía.

Su siguiente trabajo, “Soy canastero, acércate al campo magnético de mi amor”, fue récord de ventas en toda España, aunque no hay constancia de nadie escuchara el disco. No obstante, su consagración tuvo lugar en el Festival de Cante de las Minas Antipersonas, donde presentó “Así cantan los gitanos en la ducha”, que se convirtió al instante en un disco de culto. Los aficionados a lo jondo nunca podrán olvidar aquella letrilla que decía:

“Rosa María, no me crees más resistensia, arrímate a mi condensadó que yo te haré bajá tu factó de potensia hasta perdel la rasón.” Ketomatoma.

4 comentarios:

  1. Y ahora a por los cantaores??? Ya no es que no tengas vergüenza, es que te recochineas en tu carencia. ;)
    (Y de este no hay imitación??? ;P)

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  2. ¿Me parece todo bien mientras no me toquen la nomina? que persona mas egoista y autocomplaciente debes ser, porque a esa frase le veis la gracia los cuatro degollaos sin dignidad laboral de siempre.

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  3. muy de acuerdo Lucía
    donde vamos a llegar?

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  4. Pues ahi lo ha clavao la tia. Egoista y autocomplaciente. Ahi llevas!

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