domingo, 12 de febrero de 2012

UNA DE MAFIOSOS

Gaspare Spirelli entro en el "Viuda de Martínez Rosales jazz club", con gesto preocupado. Su capo, Silvestre Rigatoni, el gran jefe, le había mandado llamar y el hecho de desconocer el motivo de la cita le ponía muy nervioso. Cuando la mafia llama a uno a las tres de la madrugada, no puede ser para algo bueno.

Pidió una mesa al fondo del local para esperar a Don Silvestre, en un lugar donde poder hablar sin ser molestados. El local estaba iluminado por una tenue luz roja, la orquesta tocaba alegremente y la gente parecía divertirse.

Bastante alterado, pidió un whisky con soda y sin hielo, para tranquilizarse y comenzó a morderse las uñas. Pasaban los minutos y la impaciencia se apoderaba de él. Pidió una soda sin hielo y sin whisky.

A los 45 minutos le estaba mordiendo las uñas al camarero, pues ya no le quedaban suyas propias, y cuando se disponía a pedir un hielo sin whisky sin soda y sin vaso apareció el capo, con cara de pocos amigos, acompañado por sus guardaespaldas, Rocco 'La roca' y Enrico "El analfabeto funcional", y por Tony, un decorador de interiores al que llamaba “Churri” y al que siempre llevaba a todas partes.

- Siéntese, por favor, Don Silvestre.- dijo Gaspare con sumisión y sin atreverse a mirarle a los ojos. Todos tomaron asiento en la misma mesa.

- No necesito tu permiso para sentarme, Gaspare.- respondió el capo, con una enigmática sonrisa.

- Lo siento, no era mi intención ofenderle- Spirelli penso que algo malo debía haber hecho para que su jefe estuviera tan susceptible.

- Si hubiera sido tu intención ofenderme, créeme, no estarías ahí sentado.
Gaspare estaba temblando pese a estar acostumbrado al estrés que sufren los delincuentes en horas de trabajo. Pensó decir algo, pero finalmente decidió callarse y esperar.

- Te preguntaras porque te he mandado llamar. Se trata de un asunto muy serio, que puede comprometer a la familia. Rocco, Enrico, churri, dejadnos solos.

Los tres se levantaron y se encaminaron diligentemente hacia la barra.
Gaspare tenia la espalda empapada en sudor y el corazón le palpitaba muy rápido. Don Silvestre le miraba con ojos penetrantes.

-    Yo... yo no sé que he podido hacer para deshonrar a la familia. Juro por la salud de mi suegra que no lo sé.

-    ¿No lo sabes? Pues yo sí. Has cometido un error muy grave, muy, muy grave. Puedes provocar una guerra y eso no es una cuestión que haya que tomarse a la ligera. Los asuntos dentro de la propia familia se resuelven cuchillo en mano, es la nueva moda, pero entre familias rivales las diferencias se aclaran a tiros. Y las balas no son buenas para la salud. En Chicago, en estos años 20, los conflictos no se arreglan a la vieja manera siciliana, los tiempos han cambiado. ¿Conoces esa tradición? No, claro que no. Los jóvenes de hoy día solo pensáis en frivolidades. Te lo voy a explicar, Gaspare. En Palermo, cuando dos familias se enfrentaban por un problema, los testi di famiglia se reunían y se creaba un grupo de trabajo con un equipo multidisciplinar. Cada uno exponía sus puntos de vista, miedos y frustraciones y, con la ayuda de un psicólogo de la escuela freudiana, se extrapolaban conclusiones provisionales, que había que verificar mediante la aplicación empírica de la matriz de las posibles soluciones, en un marco determinístico y cognitivamente invariable. Pero esto ya no funciona así... Ya no hay respeto.

-    Entiendo, Don Silvestre, pero sigo sin conocer cuál ha sido mi falta.

-    ¿Te he dado permiso para hablar?- El jefe mafioso estaba molesto por la interrupción, pero no demasiado enfadado.- Has cometido una equivocación. Has desafiado públicamente al vicepresidente de la A.P.A del colegio de educación primaria Abraham Lincoln.

-    ¿Yo? ¿Cuándo?- Gaspare estaba perplejo.

-    En la reunión de padres de alumnos votaste en contra de su propuesta de jornada continua para los escolares menores de 10 años.

-    Es que mi hijo dice que tantas horas seguidas le van a cansar mucho.

-    Que tengas razón o no es lo de menos.- El capo pellizcaba la mejilla de Gaspare, que estaba pálido.- La cuestión es que a la A.P.A no se debe llevar la contraria. El padre de Billy Mantegna, el aparejador, también votó en contra y ahora lleva con unos zapatos de cemento. Lo despidieron del trabajo y no puede comprarse unos de piel. No sabes como son esos tipos ni como se las gastan. Después del colegio de abogados y los farmacéuticos, es el grupo con el que hay que tener más precauciones.

-    Supongo que estoy perdido.- suspiro Gaspare.

-    No te habría contado todo esto si fuera a matarte para congraciarme con ellos. Me caes bien, hijo, sé que no obraste de mala fe. Quiero que mañana vayas a hablar con el vicepresidente y que le pidas disculpas. Dile que todo ha sido un malentendido y que le muestras nuestro respeto. Y ándate con ojo, la próxima vez no habrá clemencia.


-    Gracias, Don Silvestre.- dijo Gaspare, besando la mano de su jefe.

Al día siguiente, a primera hora, se presentó en el despacho en cuestión. Llamó a la puerta suavemente y una voz ronca surgió del interior.

- Adelante.

-    Perdón, creo que me he equivocado.- Gaspare observo que aquel hombre no era el que él recordaba.

-    De ninguna manera. Seguramente buscara al vicepresidente de la A.P.A.- Spirelli asintió con la cabeza.- Yo ocupo ahora el cargo. El anterior vicepresidente sufrió un desgraciado accidente. Se disparo en la espalda 7 veces por error. Al parecer estaba limpiando una pistola sin huellas que se encontró en un callejón oscuro.

-    Ah... En tal caso le presento mis respetos.

-    Siéntese, siéntese. Me gusta llevarme bien con las distintas familias.- Sonriendo, el nuevo vicepresidente le tendió la mano para que Gaspare, que por fin respiró aliviado, la besara.


1 comentario:

  1. BIEN BAILAO!!!
    Podrías hacer una serie, creo que es de los que más me ha gustado.
    Gracias.
    Besotes gordos.

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