Quedo con David Broncano en un conocido rocódromo de Madrid, donde se prepara para la ascensión al Shisha Pangma, uno de los pocos “ochomiles” que le faltan por conquistar. Broncano sueña con emular a Piotr Morawski y Simone Moro, los primeros alpinistas en hacer cumbre en invierno en esa montaña.
Broncano, ahí liao a lo suyo.
“Ellos no tenían mucho mérito… Yo pretendo alcanzar la cumbre llevando en brazos a un juez del Record Guiness para que no haya dudas de mi hazaña”, comenta entre jadeos, después de hacer 300 flexiones con los dedos. Y es que David Broncano es algo más que un humorista corrosivo, es un deportista de élite que llegó a abandonar una prometedora carrera como jugador de curling para dedicarse a hacernos reír.
“Me volví una estrella del curling y todo se volvió muy confuso: orgías, fama, drogas,… El curling exige un precio que yo ya no podía pagar y además se estaba volviendo un deporte demasiado comercial, donde primaba el espectáculo por encima de todo”, confiesa David en su autobiografía: “Broncano, la leyenda de un hombre modesto”.
Nos sentamos en un banco para que David recuperara el resuello y comenzamos con la entrevista:
- Eres todo un hombre del Renacimiento, como Lorenzo Quinn, pero ¿cómo te sientes más realizado: como cómico, como deportista o provocando incidentes diplomáticos con Paraguay?
- Desde luego como cómico no me realizo nada, sólo chorradas todo el día, como si eso fuera lo más importante. Los cómicos ya no piensan en las personas, que son lo más importante en realidad. El tema deportivo y el diplomático me satisfacen, pero son un pasatiempo. La verdad es que sólo me siento pleno y en paz con el mundo cuando invierto en capital riesgo, me meto en MBIs, y compro deuda griega. Aprovecho esta ocasión para decir: griegos, cabrones, quiero mis intereses.
- Hablando un poco sobre el humor, no sé si coincidirás conmigo en que el peor enemigo es la autocensura. ¿Te has dejado muchos chistes en el tintero por no liarla parda?
- Últimamente sólo he abandonado uno de Severiano Ballesteros, siempre funcionaba bien pero no me apetece hacerlo right now.
- ¿Dónde están los límites del humor? Dice un personaje de una comedia de Woody Allen que el humor es tragedia más tiempo… ¿Crees que se puede bromear sobre cualquier tema si nos hemos distanciado lo suficiente en el tiempo?
- Y sin distanciarse también. Hombre, tienes que tener un poco de ojo para intentar no joder a alguien en concreto con algo personal, pero luego ya todos los días son domingo. Todo el campo es orégano. Todos los gatos son pardos. Nunca el tiempo es perdido. Ha sacado un disco ahora Manolo García, el tío.
En ese momento, David salta grácilmente para caer sobre el suelo haciendo un espagat y pide un Cacaolat contorsionándose, antes de ejecutar un perfecto molino americano y dejarme perdido.
- Este ágil movimiento me ha recordado que eres un gran seguidor de muchos deportes. Te imagino al tanto de la polémica del último partido “Mot gift singlar” (solteros contra casados) de la liga interna de la industria sueca de papelería. ¿Fue válido el gol con el escroto de Orlënsonn? ¿Hubo alineación indebida? Mójate.
- Por supuesto que estoy al tanto, aunque al fin y al cabo es fútbol y es muy mainstream. En cuanto al gol, no fue válido porque Orlënsonn no declaró el IVA sueco el año pasado, y eso allí te convierte en un proscrito y tus actos no tienen validez legal.
- Hablando un poco de todo, eres muy tuitero. Yo veo una evolución clara: Twitter está pasando de ser un medio de comunicación global a una red de cachondeo, también global. ¿Crees que en Twitter hay cantera humorística? ¿Se podría hacer un programa de TV basado en Twitter, como alguna vez ha sugerido tu amigo Quequé? A eso le veo que los tweets leídos pierden gracia, aunque igual encaja. ¿Cómo lo ves?
- No sólo no veo cantera humorística en Twitter sino que me cago en las tuitstars. Dejadnos vivir a los profesionales. En cuanto al programa de TV, ahora ya todos hacen (hacemos) secciones con Twitter, pero si fuese un programa con Quequé la cosa cambia, yo por lo menos no lo haría.
Nos despedimos cordialmente. Broncano siguió con su duro entrenamiento, haciendo malabares con dos señores bajitos que pasaban por allí, mientras yo ponía en orden mis notas de la entrevista.
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