EL JUEZ
Un juez obsesionado con los concursos de la
televisión, trastornado. Habla con la voz impostada de los presentadores de
esos concursos, le exige a su secretaria que lleve gafas como las azafatas del
1,2,3, hace esa clase de cosas de una forma enfermiza, cada vez más
incontrolable. Llega un momento en que esa pulsión le supera y en los juicios
le da a elegir al acusado entre acatar la sentencia o el contenido de una caja.
Desconcertados, la mayoría elige la condena por el miedo a lo desconocido. El
Asesino de la loncha de queso, por el contrario, eligió la caja. No tenía nada
que perder. Iba a ser condenado a 20 años de cárcel y finalmente salió libre. Y
con una Thermomix bajo el brazo.
EL ENTRENADOR
Un entrenador que no sabe nada de futbol.
Solo motiva con frases hechas, consejos manidos y planos como los que se pueden
leer en una presentación de Power point de gatitos . “Déjate llevar por tus
sueños”, “Si no lo intentas, no lo lograrás” y otras chorradas similares. Le va
bien, aunque a veces se angustia por la posibilidad de que su ignorancia
balompédica quede al descubierto (ignorancia balompédica, me encanta cómo
suena). Poco a poco va quedándose sin material para sus charlas, no encuentra
más Power points ñoños de los que ir copiando frases. Empieza a buscar nuevas
fuentes: almanaques, páginas de facebook, galletitas chinas… Llega un momento
en que esto no basta y empieza a comprar libros de autoayuda. “Chicos, vosotros
sabéis lo que tenéis que hacer. La respuesta está en vuestro corazón”. Suelta
gilipolleces como esa continuamente. Pero esos manuales de autoayuda no son
suficientes. Lleva 20 años de entrenador y teme repetirse en sus charlas a los
jugadores. Se adentra en el mundo de la filosofía. Se va volviendo cada vez más
críptico en sus discursos. “Vamos perdiendo dos a uno. ¿Acaso pretendéis apostar por una autonomía de la antítesis, por una
dialéctica no resolutiva, negativa? Frente a la pretensión filosófica de
abarcar lo individual bajo una razón, un pensamiento absoluto, os tenéis que
plantear que la reflexión debe hacerse sobre algo concreto. Salid a darlo todo
al campo”. Sus
jugadores no entienden nada porque no han leído a Adorno.
LETRA
PEQUEÑA
Te mueres. Hay
un túnel. Vas hacia la luz y un señor con corbata te enseña una aceptación de
una descarga de software para tu ordenador (lo típico que pulsas “Siguiente-
aceptar” sin leer nada), y en la letra pequeña se especifica que cuando mueras
tu alma pertenece a una empresa informática. Te obligan a aparecerte en sueños
a la gente para hacer spam de la compañía. Pasas la eternidad como un fantasma
del tipo ventana emergente. Puede suceder. No te rías.
NIÑOS LISTOS
Esos padres que compran a sus hijos DVD´s de
estimulación de la inteligencia. Esa clase de gente que piensa que porque su
bebé vea peluches con música clásica de fondo va a convertirse en superdotado.
¿Y si tienen razón y eso no es una estafa y resulta que funciona? ¿Y si se les
va el tema de las manos? ¿Y si los niños desarrollan una inteligencia superior
maligna y deciden someter al resto de la humanidad? ¿Y si se implanta una
brutal dictadura mundial basada en el culto a personajes infantiles? Si no te
postras ante la imagen de Goofy todas las mañanas te condenan a muerte y cosas
así, yo que sé…. ¿No lo habéis pensado, verdad? ¿No? Así no salimos de la
crisis.
TRAFICANTE DE FRUTA
Un narcotraficante monta una empresa de
importación de fruta para poder introducir droga en el país oculta entre la
mercancía. En el fondo es un enamorado de la fruta, le resulta apasionante ese
mundo. Su auténtico objetivo, su sueño de la infancia, es ese: ser gerente de
una empresa de fruticultura. Pero sigue traficando con drogas por el qué dirán.
EL PRESIDENTE Y FOSKY
El presidente de una multinacional, en una
cena de ejecutivos de la empresa, se empeña en actuar haciendo de ventrílocuo
con Fosky, un muñeco que luce una sonrisa siniestra y cuenta chistes malísimos
y crueles. El tipo no tiene ninguna gracia, pero los ejecutivos se ven
obligados a reírse por compromiso y le aplauden. Esas risas forzadas,
impostadas, ese momento surrealista de pérdida de dignidad, ese aplauso
hipócrita… El presidente se queda tan complacido que decide llevar a Fosky al
trabajo todos los días para animar a la plantilla. Con el tiempo se trastorna y
ni siquiera habla en las reuniones. Es Fosky quien toma la palabra, lanza ideas
delirantes, despide a quien le lleva la contraria, hace chistes sexuales
continuamente y lanza insinuaciones a las mujeres de la empresa. Día a día el
puto muñeco se va volviendo más loco y dictatorial. Llega incluso a insultar al
presidente, que termina llorando desconsoladamente en el consejo de
administración. Ese viejo recurso de los ventrílocuos insultados por sus
muñecos llevado al extremo. Ya no hay nada que hacer, Fosky dirige ahora el
cotarro. Y la empresa aumenta sus beneficios, aunque el ambiente es
irrespirable. Todo el mundo tiene la esperanza de que la pesadilla acabe
pronto: el presidente va a tocar la campana en la Bolsa de NY y, cuando
aparezca con Fosky, quedará en evidencia y los accionistas exigirán su
dimisión. Llega el día y Fosky hace sonar la campana, cuenta chistes racistas y
le toca el culo a una ejecutiva. La gente se ríe y al final no pasa nada. Fosky
se sale con la suya. Fosky wins…