lunes, 11 de julio de 2011

París (parte 2)



Humor francés: Para integrarse, se suelen hacer bromas a los turistas. Después, se cuenta la gracieta a tus amigos franceses y echas unas risas. Por ejemplo, puedes apostarte a la entrada del Louvre y esperar a la típica familia madrileña que viene de Eurodisney y aprovecha para una visita relámpago a París: padre con gorro de Goofy, madre desesperada mirando el plano y niño hasta los cojones de todo, con orejas de Mickey y cara de asco. 

“Alejandro, “ves” a buscar a tu padre”, algo parecido a esto diría la señora en la entrada del Museo. “Paco, creo que estamos en algún sitio importante, porque fíjate qué grande es esto”, comentaría a su marido. Hay que mirarla muy serio y decirle “Señora, esto es una casa particular, no se puede pasar”. Qué risas luego, cuando le cuentes la anécdota a tus amigos franchutes.


Quedar con españoles que viven en París: Lo mejor para coger complejo de gilipollas es quedar en París con alguien que curre allí. Yo quedé con una amiga, Cuca, que lleva 10 años viviendo en París. Me habló de sus condiciones laborales y flipé. Cuando uno escucha que allí tienen 48 días de vacaciones (más del doble que nosotros) o que diariamente disponen, dentro de su jornada profesional, de tiempo para ir al gimnasio, se le queda una cara de bobo que no veas. Se llama “Síndrome de españoles por el mundo” o también “España calidad de vida, mis cojones”. 

Me lo pasé genial con ella. Un día fuimos a cenar a un bistró donde probé un confit de pato y una crème brûlée que estaban para hacerle la ola (en Rue Victorie, 6). Otro día lo pasamos recorriendo el Barrio Latino y acabamos comiendo en un restaurante etíope.

Comida etíope. ¡Rico, rico!
Con mi amiga Cuca, discutiendo animadamente en Shakespeare & Co sobre “Teo va al zoo”.
Louvre:
Al Louvre hay que ir con un plan bien trazado. Como en todos los aspectos esenciales de la vida, hay que recurrir a la cultura popular como referencia. Dice una famosa coplilla: “Museo del Louvre, Museo del Louvre, Museo del Louvre, si te bañas en el Sena, métete donde no cu-bre”, lo que nos indica que, en el caso de que queramos ponernos los primeros en la cola, podemos remontar el Sena nadando, pero solo donde hagamos pie.

Conviene estudiar con antelación el plano del museo y planificar una ruta, para que no te dejes nada atrás. Cuando uno se ha pasado años flipando con la cultura egipcia, leyendo a Walker, Tyldesley, Fagan o Desroches Noblecourt, la idea de visitar Egipto en el Louvre es una perspectiva que da para paja.

Me pasé la mayoría de la mañana allí y salí alucinando, como transportado a otra época. El resto del día lo dediqué a ir “a tiro hecho”, buscando las obras que más me apetecía ver. Os dejo algunas fotos de la visita:

“Ya te llamo yo si eso”

Ramsés II, te quiere todo el mundo.

Alejandro, “ves” a buscar a tu padre, que le gusta mucho Willy Fogg.

Amor y psique, de Cánova o “Siempre me gustaron bipolares”.

Se me ha ocurrido una cosa muy graciosa y no pillo cobertura para tuitearlo.

A pesar de las apariencias, esta escultura no es en plan “me toco y me gusto”. Está agonizando el pobre, se trata del Esclavo moribundo de Miguel Ángel.

Gabrielle d' Éstrées y su hermana desnudas en el baño (Anónimo). También se le conoce como “Buscando la sintonía de Kiss FM”.

Baño turco or I am palot

Frases útiles en francés:
En el hotel nos regalaron una libretilla con frases útiles en francés para moverse por París como un franchute más. Os dejo una selección:

La “Douloureuse” s´il vous plaît! : La multa, jefe.
Ignorez moi! Je ne suis qu´une illusion: Ignórame, solo soy una ilusión. Muy útil cuando pasan de ti los camareros.
Voulez-vous coucher avec moi?: Señor agente, buenas noches.
J´Adore votre arrogance: Adoro vuestra arrogancia.
Jái l air riche mais je ne le sui spas: Puedo parecer rico, pero no lo soy.
Je ne parle pas votre langue mais je sais compter: No hablo tu idioma, pero sé contar. Imprescindible cuando te la quieren meter doblada con la cuenta.
Souriez, sinon pas de pourboire: Sonríe o te quedas sin propina.

viernes, 8 de julio de 2011

LOS ENEMIGUS. CRÍTICA GASTRONÓMICA

Mientras remato la segunda parte de mi crónica parisina, os dejo una crítica gastronómica de cachondeo, que escribí cuando un amigo que trabajaba en Madrid se empeñó en llevarnos a comer a un sitio que era... en fin, mejor lo leéis.


LOS ENEMIGUS. CRÍTICA GASTRONÓMICA

Rodeado de bloques de edificios de ladrillos de inspiración tardofranquista – protección oficial y de iglesias evangélicas, en un lugar privilegiado de Madrid, encontramos el bar “Los Enemigus”.

Llama nuestra atención en primer lugar la cuidada decoración del local, que combina acertadamente distintos estilos, hasta formar un mosaico de diferentes conceptos decorativos que encajan en un conjunto orgánico e integrador del llamado “ambiente taberna de barrio marginal - bar de carretera para camioneros”. El rollo de papel de cocina que cuelga de techo y que sirve de servilleta para los clientes es de inspiración claramente victoriana y el hecho de que se sirva el pan en palanganas de plástico nos hace pensar en la influencia del rococó tardío salmantino, por no hablar de la disposición de los palillos de dientes en un gran vaso de un color difícilmente identificable.

Los escarbadientes (como gusta llamarlos el dueño del local) están colocados según la tradición del Feng Sui japonés. Sí, todo ha sido cuidado hasta el último detalle. Las colillas que alfombran el suelo han sido traídas expresamente del Barrio de la Viña y el altar con fotografías de Mágico González ha sido bendecido por el Papa Clemente. La magnífica colección de almanaques Michelín con señoritas desnudas ha sido cedida gratuitamente por un primo hermano de Robert Capa.

¿Y qué decir de la comida? ¿Cómo describir con palabras lo que Los Enemigus nos ofrece? A pesar de que la carta de vinos es amplísima, incluyendo un Don Simón del 2.002 ciertamente notable y un Viña Spar en tetrabrick sublime, nos parece la opción más acertada decantarnos por una cerveza eslovena de barril, receta 1.975. De sabor refrescante y espumoso, esta cerveza es difícil de encontrar en España por un insignificante problema originado por una partida defectuosa que provocó una intoxicación múltiple. No lo dude, si le gusta el riesgo y la buena cerveza opte por el elixir de malta.

Sugerimos comenzar por un plato de patatas fritas “a las seis salsas”. Servidas ligeramente frías, como sugiere François Montignac en su libro “La nouvelle cousine al descubierto”, sobre un plato de plástico sucio de los 20 duros, harán las delicias del sibarita más exigente. La combinación en la boca del colorante E-320 del ketchup y el aceite grasiento de las patatas provoca todo un mundo de sensaciones en la boca.

Para acompañar las patatas destaca sobre las demás opciones el famoso plato que ha hecho famoso a Los Enemigus: el chorizo refrito. La elaboración de esta maravilla gastronómica se guarda bajo siete llaves. Apostaría a que el secreto consiste en freír el chorizo dos días antes de ser servido, conservarlo al aire y, llegado el momento, rociar aceite hirviendo sobre el plato. Sea cual sea el secreto, el resultado es ciertamente espectacular.

Como buen amante de la experimentación que es el chef, no deja de probar nuevos ingredientes y juega al límite con la cocina. Prueba de ello la encontramos en nuestra tercera recomendación: salchichas congeladas con sucedáneo de Ketchup. Decimos lo de jugar al límite porque el retrogusto ligeramente ácido de las salchichas sólo se consigue llevando al extremo el concepto de “fecha de caducidad”. Nuevamente, al igual que ocurre con las seis salsas, los colorantes y conservantes se combinan en un festival de sabores que hacen pensar que estamos ante un verdadero genio de la cocina experimental.

lunes, 4 de julio de 2011

PARÍS (parte 1



He vuelto de París con el convencimiento de que ganar la batalla de Bailén ha sido una de las mayores desgracias que nos han podido suceder como país. Un siglo de afrancesamiento no  hubiera venido nada mal. Ahora disfrutaríamos de unos derechos sociales estupendos, nuestros postres serían aún mejores y en los parques estaría prohibido pasear perros y podría uno sentarse en el césped sin temor a encontrarse una desagradable sorpresa (una de las mayores señales de progreso de una sociedad, reservar los parques para los seres humanos).

En el viaje a París me terminé de leer “El antropólogo inocente”, de Nigel Barley. Sus intentos de comprender a la tribu de los dowayos y sus observaciones sobre el trabajo de campo antropológico me inspiraron para enfrentarme a los franceses de forma distinta, con amplitud de miras, sabiendo lo que me hacía. Os dejo un resumen de las conclusiones de mi semana parisina:

Les femmes: Las mujeres en París son, en general, muy guapas. La verdad es que yo solo había trabajado la zona vasco-francesa y he conocido auténticas bellezas.

Bonitas vistas de París.

Lo malo de las jóvenes parisinas es que luego ves a sus madres, te imaginas en qué degenerarán esas ninfas, y te vienes abajo.

Los franceses son muy celosos de sus costumbres. Está mal visto, por ejemplo, pellizcar el culo de las mujeres que te cruzas por la calle, a menos que se esté tarareando La Marsellesa, en cuyo caso este comportamiento se tolera. No obstante, si uno enarbola una bandera francesa y lleva una peluca Luis XIV, puedes hacer un perrito chico con el aplauso del público.

Celebrities: Me crucé con varios cineastas famosos. Lo que más ilusión me hizo fue ver, el primer día, a Rick Moranis, que ahora es mujer, es argelina y lleva velo.

Rick, antes de su cambio de sexo.

En el museo del Louvre me crucé con Takeshi Kitano. La gente le hacía más fotos a él que a la Venus de Milo. A punto estuve de darle un abrazo y decirle que lo admiraba mucho. No tanto por Hana Bi, una peli que me encanta, sino por ser el creador de Humor Amarillo. Aquí os dejo una foto del momento.

Takeshi, que no iba acompañado del Chino Cudeiro. Una pena.

Moda: O se ha vuelto a poner de moda la raya diplomática y los zapatos en punta o he dado con una convención de la mafia.

Transporte: Si eres David Meca puedes llegar nadando o si vas de promesa, tienes la opción de hacerlo andando. Dejando aparte estas extravagancias, lo normal es llegar a la ciudad por avión. Te puedes pillar plaza en una compañía de bajo coste por cuatro duros. Tuve suerte. En Ryan Air solo me llamaron escoria cada 20 minutos, me dieron latigazos pero flojito y me escupieron una vez, pero dio en los zapatos. El metro funciona estupendamente y está lleno de simpáticos rumanos que te piden dinero haciéndose los sordomudos mientras hablan entre ellos a gritos, lo que te hará sentir como en casa.

Si alquilas un coche en París y llevas túnica, gafas años 60 y adivinas el futuro, no podrás aparcar en muchos lugares. La prueba aquí:



Integrarse en la sociedad francesa: Como Nigel Barley, también traté de adaptarme a la cultura aborigen para tratar de pasar desapercibido. Me puse una boina, una bufanda y una baguette asomando de un bolsillo. Hay que tener cuidado con esta técnica. Puede darse el caso de que, por error, en lugar de una baguette te metas en el bolsillo un mollete de Antequera, por poner un ejemplo, y los indígenas franceses te tiren al Sena al grito de “Impostor, impostor”.

Café: El café crème se suele servir en piscinas de Toi. Si eres hipertenso, hay que tener cuidado, porque te dan taquicardias que te duran de 15 a 20 minutos. Existe un caso documentado de un turista finlandés que se tomó un café el 2 de junio de 2.009 y no parpadeó hasta mayo del año siguiente.

París no es caro: Pues sí, París no es una ciudad cara. Si uno se lo monta bien puede tomarse dos pintas de cervezas por poco más de 20 euros. La prueba, aquí:


Sabía que me iban a clavar, el Trocadero es caro, pero llevaba 2 horas andando por la ciudad y hacía mucho calor. Pensé, “Qué coño, que me cobren 5 euros por una cerveza, me lo he ganado”. 5 euros, ¡ja! Ya me extrañó que cuando pedí la cuenta, se me acercara el camarero, me tocara el pelo, me susurrara palabras bonitas y me diera un palo para morder.
(Continuará, falta lo más interesante)