miércoles, 5 de marzo de 2014

YO NO ME VENDO.



-          Bueno, ¿qué?

-          Diles que no.

-          No te entiendo, la verdad. No sé qué cojones quieres.

-          Está muy claro. Quiero ser honesto. Es una cuestión de respeto, de respeto a uno mismo.

-          Vamos a ver, no te ponen ni una sola limitación. Puedes escribir la novela que quieras, sin censuras, sin ninguna exigencia de la editorial…

-          Tengo que hacer publicidad, joder.

-          No, solo tienes que nombrar un producto dos veces. Escribir dos veces un puto nombre en una novela que puede tener 500 páginas y ya. A cambio de una total libertad creativa. ¿Sabes lo que es eso? Es un pequeño precio que tienes que pagar.

-          No quiero pagar ningún precio moral por escribir.

-          Pues así no funciona la vida, siento decírtelo. Cuando alguien quiere dedicarse a algo con pasión, tiene que pagar peajes. Parece que has nacido ayer, joder. ¿Cuál es el problema? Puedes escribir sobre lo que quieras, te pagan de puta madre y no se meten en tu trabajo.

-          Ese es el problema, que les importa un carajo mi novela. Da igual de lo que trate, lo quiera transmitir, el mensaje, lo importante es que venda su producto. Todo va sobre el negocio, es repulsivo, joder.

-          Ya salió el ego del escritor. Huy, quiero que me publiquen y además me quieran…. Aprovéchate del tema. Es un precio ridículo por tu libertad, ¿no lo ves?

-          Tú sólo piensas en tu porcentaje de las ventas, a mí no me la das.

-           Cuando quieras te paso el teléfono de unos agentes literarios estupendos si no estás a gusto conmigo. Sólo trato de mirar por tus intereses, gilipollas.

-          Perdona, pero es que este tema me pone enfermo. Seguro que Fante no tuvo que pasar por una decisión así.

-          A ver, listo. Primero, Fante se murió ciego y sin piernas por la diabetes y, además, arruinado. Él sí sufrió en la vida. Te hubiera dado una hostia por pensar que esto es un dilema moral. Y segundo: sí que se vendió. Trabajó de guionista en unas películas malísimas para poder comer. Así que ahí tienes tu respuesta.

-          Pues yo no. Yo no me vendo. A tomar por culo todo.


Dando un portazo, salió del despacho de su agente. Bajó a la calle y paseó sin rumbo por la ciudad, mientras el sol se recortaba contra los edificios. Moría la tarde pero él se sentía muy vivo. Había logrado mantenerse fiel a su código moral. En estos tiempos es toda una proeza. Una sonrisa de orgullo se dibujó en su rostro. Estaba cansado, le palpitaba el pecho y la discusión le había secado la garganta. Entró en un bar y pidió una cerveza fría, lo necesitaba. Se sentía bien, se sentía íntegro, se sentía Cruzcampo.

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