lunes, 10 de octubre de 2011

GRANDES MOMENTOS DE MI VIAJE A ESTAMBUL


Hace unos meses estuve en Estambul, una ciudad a la que le tenía muchas ganas desde que me hice fan de Orhan Pamuk y me interesé por la historia turca. Es una tradición familiar hacer un viaje al año con mis padres y hermanos. Y nos reímos. Nos reímos un montón, por ejemplo, con los intentos de mi padre de hablar inglés. El pobre está convencido de que habla el idioma de Shakespeare porque sacó sobresaliente en Inglés en la carrera…. Y la verdad es que, a su lado, Botín parece un profesor de dicción de Oxford.

Estambul, qué hermosa eres

Para el viaje a Estambul nos fuimos con la familia de L., mi mejor amigo, que tiene un sentido del humor muy parecido al mío. Os dejo una selección de los mejores momentos:

“El que venga a Turquía por los olores va a ver que aquí huele más a sobaco que a otra cosa”.

“Muy bonito el mercado. ¿Has visto las nueces qué grandes son? Las traen directamente de Chernóbil”.

Sacando el billete para el monorraíl: “Venga, venga, que ya está la máquina calentita”.

Aquí se pesca mucho desde el puente Gálata. Miles de cañas todos los días y no vimos sacar ni un pescado. Cuenta la leyenda que una vez uno cogió una caballa.

El deporte nacional nº 1 es la puesta de rabos en los tranvías. El 30% de los turcos son campeones mundiales de pincaítas, perritos chicos y aparcar la bicicleta en el entre-tanga.

El deporte nacional nº 2 es caerse en la calle. Para ello, las aceras están llenas de obstáculos, zanjas, escaleras sin barandillas y trampas mortales. No vimos a ningún ciego en Estambul, se van muriendo poco a poco.

Aquí los coches llevan intermitentes por motivos decorativos. Si Ryan Air hiciera coches en Turquía, los quitaba fijo.

En Turquía no conducen: esquivan. Y para atropellarte ni siquiera cierran los ojos.

“¿Qué queréis de postre? Dejadme a mí, que el inglés lo tengo dominao: FRUS PLAS (plato de fruta) y ONIRIC SUL (sueño del sultán)”

Vimos el Hotel Pera. ¿Pero El Pera no era uno que robaba coches?

Nos cruzamos con Baltasar Garzón. No perdí la oportunidad de decirle “¡¡Baltasar, tira caramelos!!”.

“Qué maravilla la Mezquita de Oro, estoy embriagado, es increíble…es increíble el olor a pie que hay aquí.”

“Santa Sofía la construyeron en 5 años y se llevaron el triple para cambiar el acerado de la calle Preciados.”

“En Estambul está muy desarrollada la industria del carrillo de mano” (Esto hay que decirlo con cara seria, como dando un dato relevante).

Qué mal aspecto tiene la comida. Tranquilo, que el pavo este tiene pinta de tener el carné de manipulador de alimentos.

¿La llamada a la oración la cambian o es siempre la misma tipo Kiss FM?

El guía-capitán del barco que nos llevó por el Bósforo no abrió la boca en todo el recorrido. Al final del viaje, se paró y nos dijo muy serio: “1.873. De ahí, topabajo”. No sacamos más en claro. Después nos enseñó un cartel que decía “Mire”. Descubrimos que Mire significa Museo.

En el baño turco:

“Si te cae la cartera aquí tienes que llevártela dando patadas hasta el ascensor”.
Nos dijo un gallego que, quitando la parte del dedo en el culo, lo del baño turco le había gustado mucho.
“Si se pone la cosa muy mala, a ver si con una pajilla se apaña este hombre” (El padre de mi amigo al ser arrastrado por un masajista de 2 metros con bigote que iba a darle un masaje, también llamado paliza).

En el palacio del sultán: Me llamó mucho la atención cómo funcionaba un harén. Realmente la que decidía todo era la madre del Sultán, la Sultana Madre, que elegía quién era la favorita cada noche (parece que vemos al Sultán diciendo: “Mama, mama, la de las tetas gordas, por favor”) y no permitía el contacto entre las mujeres del harén y su hijo; sólo cuando ella lo estimaba oportuno, sultaneitor podía mojar el churro. Imaginaos los comentarios cachondeísticos que salieron de eso: 

¿Y tú te quejabas de que tu suegra se mete en todo?
Yo no me creo nada. Si tu madre no te puede esconder el chocolate, ¿cómo te va a esconder 200 tías?
Cuando el sultán entre en modo “más caliente que una patada en la oreja” y se ponga a andar de puntillas por la estera, ya me contarás si se pincha a alguna o no.
¡Sultán, que buena tajá llevas! Pues ya verás como mi madre le pone alguna pega.

Los trajes y el tesoro del Sultán: Los trajes del Sultán eran inmensos y parecían muy difíciles de llevar (“Zuleima, si me encuentras la churra, te doy vacaciones hasta mayo”). El tesoro era increíble, con dagas de oro y brillantes de “a 200 euros la puñalá” y con el grabado “Recuerdo de Taramundi”.

Volviendo loco a un vendedor: Menudo tinglado tienen montado con las imitaciones los tipos estos. Fuimos a un sitio a comprar relojes falsos y nos reímos mucho: 

Siempre he querido comprarme un Patek Philippe original, pero no encontraba un hueco (El más barato cuesta medio millón de euros. La cara del vendedor era inenarrable).
¿El reloj se puede mojar? (pregunta del padre de mi amigo)- Sí, pero si se moja, se estropea (mi padre, saliendo al quite).
Lo bueno de estos relojes es que les quitas la corona, le echas arroz y te haces una paella de puta madre (El vendedor al borde de la muerte por ataque de risa).
Huy, este reloj me gusta a mí, es más clásico que una mesita de noche.

2 comentarios:

  1. Te felicito... por ese sentido del humor que tienes. Así da gusto viajar

    Saludos

    Cristina

    ResponderEliminar
  2. baltasar tira caramelos!!!! jajajajaja
    Oye entre por casualidad aquí y me ha encantado leerte!!!

    Un saludo!

    ResponderEliminar