Después del éxito de la primera y segunda parte de “¿Dónde está la cámara?”, continuamos para bingo, en esta ocasión contaré mis aventuras en una boda. Hace unos meses se casó mi amigo Roberto (Rober) contra Valentina, una chica muy simpática italiana.
Rober, el típico amigo de infancia al que le tienes cariño a pesar de no tener mucho en común, es una especie de Muñoz Escassi, un pijo sevillano de libro. Bueno, pues como es guapete la gente dice que es un poco excéntrico. Si fuera feo dirían que es más raro que la madre que lo parió.
El caso es que dos semanas antes de su boda lo llamé para preguntarle si tenía que ir de chaqué y me dijo que sí y que además quería que yo leyera algo en la iglesia. Chaqué. Córdoba. Agosto. 13:00. Haber elegido muerte. Sensación térmica de follar al sol debajo de un plástico envuelto en tres fajas Vulkan.
Aquí estoy tratando de llegar a la puerta de la iglesia sin derretirme.
El caso es que, poco antes del día B, lo llamo para preguntarle por lo que tenía que leer. Eran unas palabras de agradecimiento que él había escrito. Me dijo que al final YO NO ERA TESTIGO pero que fuera de chaqué de todas formas porque si iba a leer en la iglesia quedaba mejor. La muerte por golpe de calor siempre queda mejor, es verdad. Decir que me acordé 500 veces de su madre, que la pobre no tiene culpa de nada, es quedarse corto.
Total, que llegué a Córdoba el sábado al borde de la deshidratación, a 40ºC a la sombra y me acerco a mi amigo en la puerta de la iglesia. Me da el texto que tengo que leer. EL HORROR. Es una carta de amor cursísima, cosa que me extraña porque Roberto ha sido toda la vida un mujeriego con menos detalles que un Panda. Una carta EN PRIMERA PERSONA. Así que ahí me tienes en el altar diciendo cosas como “Valentina, lo que me enamoró de ti fue tu sonrisa…”, “Te agradezco todo lo que has hecho por mí y quiero construir una vida juntos…” Que al final del discurso me entraron ganas de decir “pero que no se entere el novio”.
Hubo otro minuto glorioso. En un momento del discursito, se dice “gracias, papá y mamá… Y gracias, Fabiola y Francesco, por todo el cariño que me habéis dado siempre”, instante que aproveché para hacer una pausa dramática en el discurso y mirar sonriendo a los suegros de Roberto, que supuse que serían Fabiola y Francesco. Cara de póker de los dos. Cruel broma del destino. Me siento en el banco y me tocan la espalda. Era una chica de mi edad que me dice “Qué bonito y qué bien has leído. YO SOY FABIOLA”. El “excéntrico” del novio había dado las gracias a sus amigos y ni había nombrado a sus suegros, que desde ese momento pusieron la cara hasta el suelo, como era de esperar. Para matarlo (otra vez). Qué vergüenza…
La bolsa me la ponía cada vez que veía a los suegros. Qué mal rato.
En fin, que yo a mi amigo lo quiero mucho, pero reconozco que es un coñazo. Hasta el cura dijo en la homilía: “Y preparad vuestro matrimonio como este día… QUE ROBERTO ME HA LLAMADO 400 VECES” (literal).
Después fuimos a una hacienda cordobesa típica muy chula a ponernos ciegos. Yo soy muy despistado y ahí me lucí. Se me acercó un tipo y tenemos esta conversación:
- Yo soy muy amigo de Roberto.
- Ah, encantado. Me llamo Juan.
- Bienvenido. Oye, ¿lo que has leído en la iglesia lo has escrito tú?....
Y ahí me llevé media hora hablando con mi amigo Bienvenido. Bienvenido esto, Bienvenido lo otro. Qué bien está el sitio, Bienvenido, creo que la hermana de la novia es la de azul, Bienvenido… Hasta que alguien lo llama por su nombre: Carlos. Lo de Bienvenido me lo había figurado yo, porque lo que él dijo fue Bienvenido, de dar la bienvenida. Qué corte…
Willkommen, bienvenue, welcome…
En fin, una hemorragia de sensaciones. El resto de la noche la pasé buscando la cámara pero no, aquello no era “Inocente, inocente” y de detrás de la cortina no iba a salir Juan Y Medio.
¿Continuará?
He llegado por casualidad a tu blog, un RT de los que prestas atención, y me ha parecido muy graciosa la manera de narrar todo lo que te ha pasado. Te seguiré.
ResponderEliminar