miércoles, 27 de julio de 2011

SOBRE LA VIOLENCIA EN EL DEPORTE (parte 1)

Hace un par de semanas quedé con mi amigo Tomás para tomarme unas cervezas. Tomás se ha sacado unas oposiciones y ahora se dedica a dar clases pero, hasta hace poco, estaba planteándose tratar de ser futbolista profesional.

La verdad es que condiciones no le faltaban, le he visto hacer cosas increíbles. Nunca miraba la pelota, levantaba la cabeza justo antes de recibir un pase y ya sabía justo donde ponerla. Ha dado pases que ha aplaudido el entrenador del equipo contrario y una vez he visto a un árbitro negar con la cabeza porque no daba crédito a que se hubiera regateado a tres tíos que trataban de pararlo dando patadas de kárate… Lo mejor fue una vez que tiró un penalti a lo Panenka ¡de rabona! Por supuesto fue gol y el portero quiso partirle la cara, claro.

Cuando jugaba en tu equipo te hacía creer que eras un genio del fútbol. Leía los desmarques que daba miedo y se acoplaba a la forma de jugar de cada uno como si lo conociera de toda la vida. Tenía una inteligencia natural y una facilidad para leer un partido como he visto en muy pocas personas. Nunca vi a nadie que le quitara el balón sin hacerle falta y solía marcar unos 20 goles por temporada jugando lejos de la portería… Un crack, vamos.

Lo malo es que las lesiones no lo respetaban. Bueno, las lesiones y el cansancio por la competitividad extrema que se respira a partir de cierto nivel. Le macharon las rodillas y los tobillos en lesiones escalofriantes y el cuerpo y la resistencia mental tienen un límite.

Pasamos un rato muy bueno contando batallitas. Él se descojonó con mi historia del judoka ciego que me dio una paliza y con las movidas que viví cuando jugaba al balonmano y yo me partía con las cosas que me contó que le pasaban cuando iba a estadios de pueblos perdidos o a barrios donde no entra ni la policía.

En el Louvre se conserva una estatua que conmemora el gol que me aplaudió Urdangarín, pero eso lo contaré en otra ocasión.

Os resumo alguna de las experiencias más bizarras de Tomás:

1.- El tío de la vara: Una vez, jugando un partido en un pueblo de la Sierra, estaba corriendo la banda y un viejecito le enganchó el tobillo con un bastón, tiró con todas sus fuerzas y mi amigo dio una vuelta en el aire y se rompió el labio al caer. Cuando el árbitro paró el partido, tuvo que salir la Guardia Civil a escoltarlo porque el público lo quería linchar al grito de “¡¡Árbitro, chivato!!”

¡¡¡Coño, Ramis, corre, que te hemos sacao de refresco!!!

2.- El perro hooligan: Antes de empezar a jugar el partido en un barrio chunguísimo, un tipo con una pinta de traficante que daba miedo, se acercó a Tomás con un pastor alemán y le dijo que si marcaba un gol iba a soltar al perro. Después de marcar un golazo, el camello cumplió su amenaza y el perro hooligan terminó mordiendo al linier y al utillero, que no daban crédito a que aquello estuviera pasando de verdad. El equipo de Tomás se metió en el autobús y se negó a seguir jugando. Se fueron de allí con las lunas rotas a pedradas.

En fin, tengo alguna historia jugosa de mi época de jugador de balonmano que os contaré en la segunda parte del post. ¡Hay que crear expectación!

Nota: Esta entrada está dedica a Jon1979, un tuitero amiguete que se sale de la norma: habla de fútbol sabiendo lo que se dice. ¡A seguirlo todo el mundo pero ya!

2 comentarios:

  1. Yes-yes! Ahora seguiré a un futbolero...

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  2. No tengo palabras para "el tío de la vara" , es exagerado lo que llega a hacer la gente!!
    Un abrazo (:

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