lunes, 1 de agosto de 2011

EL CASO WITTELBERG. CAPÍTULO 3

Os dejo el tercer capítulo de El Caso Wittelberg. Aquí podéis leer el primero y el segundo.

CAPÍTULO III. LAS CARTAS DE LUDWIG VAN DER HAVOC.


 Como ya apuntamos en el segundo capítulo, Wittelberg y Ludwig Van der Havoc mantuvieron durante el exilio wittelbergiano una prolífica relación epistolar (se escribían una carta cada diez minutos, aproximadamente). En sus extensas epístolas (algunas de más de 900 páginas), Wittelberg desnuda su alma ante su querido amigo y le hace partícipe de sus anhelos y aspiraciones (“la vecina del 2º me pone”, llega a confesarle en una de sus cartas).

No pretendemos realizar un profundo análisis del conjunto de las discusiones filosóficas y vitales que impregnaron la correspondencia entre estos dos artistas, por lo que nos limitaremos a una somera exégesis que espero colme las expectativas de los lectores más exigentes.

Recurriendo al reduccionismo hegeliano, podemos clasificar las llamadas “cartas belgas” en cuatro grupos bien diferenciados. El primer conjunto que surge de esta categorización estaría formado por aquellas que presentan un marcado carácter de “feedback”, de retroalimentación informativa que se nos antoja complejo de interpretar. La pregunta de Wittelberg“ ¿Qué tiempo hace en Valcañete?” y su respuesta “No llueve mucho, se echará a perder la cosecha de patata temprana si Dios no lo remedia”, conforman un claro ejemplo.

Un segundo grupo lo forman las cartas de Van der Havoc en las que expone magistralmente su visión filosófica de la vida (el idealismo realista). Este tema lo consideramos tan interesante que merecerá un capítulo monográfico en el que mostraremos algunos textos inéditos.

Continuando con nuestra categorización, llegamos a un tercer conjunto epistolar, quizá el más conocido por el gran público, en el que los dos pensadores confrontan sus ideas acerca de las hernias inguinales como metáfora de la existencia.

Llevados por la pasión de la discusión, los dos amigos llegan a tener un gran enfrentamiento sobre la verdadera naturaleza del alma de los funcionarios de Correos que desemboca en una crisis que afortunadamente se prolongó pocos días.

Deciden dejarse de hablar y se intercambian folios en blanco durante ese breve período, hasta que finalmente firman la paz.

El cuarto y último grupo de cartas presenta un tono más informal y en él se trata fundamentalmente de la obra de Wittelberg y de las sugerencias de su amigo para mejorar ésta. Así, Van der Havoc no sólo le asesora en algunos temas concretos (el ciclo reproductivo de los peritos de minas) sino que le anima a seguir escribiendo.

Havoc llega a reprocharle en una ocasión su indolencia (Wittelberg no trabajó en nada mientras estuvo en Bélgica, se limitaba a arponear a los turistas para robarles cuando tenía hambre), en un tono duro pero fraterno “Ya va siendo hora de que comiences a ganarte el pan y a hacer algo útil... De los vagos nunca se ha escrito nada”.

Espoleado por la crítica de su amigo e inspirándose en la obra de Erasmo de Rotterdam, Wittelberg comienza a esbozar su ensayo “Elogio de la flojera”, proyecto que no concluye por pereza.

Finalmente, Wittelberg “se puso las pilas” y dio rienda suelta a su creatividad. Es de justicia reconocer, y así lo ha indicado el Catedrático Domitilo Borrachero repetidamente, el gran estímulo creativo que Ludwig Van der Havoc supuso para Wittelberg.

Así, la obra “El podólogo enamorado” no hubiera constituido el referente universal del teatro modernista que es hoy día sin la ayuda y el aliento de Van der Havoc. Reproducimos fragmentos de algunas de las cartas donde se muestran los consejos y correcciones de Ludwig a su amigo acerca del manuscrito de la citada obra:

- “El personaje del callista ambidextro me parece demasiado desdibujado, a mi entender deberías dotarle de una personalidad definida, parece construido con retazos inconexos”.

- “No acaba de resultarme creíble la escena del tercer acto. Difícilmente un príncipe ruso pediría a sus invitados, al final de una cena en palacio, que “hagan el favor de tirar la basura al salir”. En mi opinión deberías revisar esa parte”.

- “He descubierto un pequeño error histórico: Gandhi no nació en La Coruña como afirma el doctor Pieterhousen en la escena de cama con la condesa.”

Poco tiempo antes del retorno de Wittelberg de su periplo belga, se interrumpió la correspondencia entre los dos amigos. ¿El motivo? Ludwig Van der Havoc conoció a las siamesas Olsön y se enamoró perdidamente de Olga, la mayor de las dos. Ludwig perdió la noción de la realidad y no volvió a contestar las cartas de Wittelberg. Enfocaba todas sus energías en intentar que las siamesas hicieran las paces (llevaban 14 años sin hablarse por culpa de una discusión por unas lindes, a pesar de que ninguna de las dos tenía tierras).

La idea de nos ser aceptado por la familia de Olga lo atormentaba y, tras semanas de noviazgo, ésta no le había presentado aún a su hermana, lo que resultaba muy violento a Van der Havoc.

(Continuará)

2 comentarios:

  1. Jajajajajajajajajaja...no puedo contigo...

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  2. Qué bueno lo de las siamesas, pero sí tendrían lindes por las que pelearse..

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